La importancia de la comunicación está más que demostrada, hoy en día es especialmente importante por el uso de las redes. ¡Cuántas personas se lanzan hoy en día a hacer vídeos y se convierten en youtubers sin conocer las mínimas reglas de oratoria!
Todo el mundo necesita reciclarse a la hora de comunicar, vivimos nuevas exigencias, necesitamos nuevos medios, como emprendedores, como personas o como comunicadores que todos somos.
La oratoria la necesitan todas las personas, pero tiene que partir del corazón, con ella se pretende llegar a los demás, de hecho, cuando se habla, estás dando parte de ti de ahí, que unos oradores lleguen a su público mejor que otros, hablar en público no es algo innato, se puede aprender. Los grandes oradores no solo destacan por saber expresarse correctamente sino porque lo hacen creando mensajes que más allá de llegar a los oídos del auditorio alcanzan el corazón de este. Y es que la comunicación verbal nos diferencia del resto de los seres vivos.
Con buenas palabras podemos ser capaces de convencer a los demás de acercarlos a grandes verdades y si nos formamos en oratoria y practicamos e investigamos seremos capaces de convencer basándonos en la palabras de grandes personajes históricos y filosóficos, os puedo asegurar que crear y elaborar un discurso es como dar a luz a algo tuyo, cargado de contenido y mensaje y acompañado de la sutileza necesaria para hacer mella en los sentimientos de los demás.
La oratoria se puede aprender, practicar y dominar y por supuesto su aprendizaje se convierte en un placer, nunca se termina de aprender y siempre se puede perfeccionar. Se trata de una disciplina que nos hace “mejores”, “más cultos” “más humildes” y por supuesto “más sabios”.
El buen orador no sobrepasa los cuarenta minutos y si discurso es más breve, mejor.
Según palabras de Javier Amorós: “Somos lo que hablamos”, “ La palabra debe ser acompañada de entonación y de gestos del rostro o con las manos; si no, no transmite nada”
Decía Albert Einstein: “La luz viaja más rápido que el sonido. Por eso algunas personas parecen brillar hasta que abren la boca”
Hoy en día nos preocupamos de estudiar en la mejor universidad, se pagan grandes cantidades de dinero por masters y cursos que engordan nuestros currículos, no digo que todo esto no resulte necesario, pero es muy probable que cuando nos toque hablar no seamos capaces de saber sintetizar y de dominar nuestro discurso. La soberbia y el orgullo de algunos les hace pensar que hablar sobre un tema conocido y dominado puede ser sencillo. Están muy equivocados si creen que esto es así, he conocido a muchos oradores que acaban satisfechos sus discursos, sin mirar a su público y por supuesto han conseguido con éxito aburrirles, y no durante treinta y cinco minutos sino duran te más de una hora. No caigamos en ese error, pensemos en los demás, empaticemos con el público y sobre todo no le saturemos porque muchas personas que se consideran oradores podrían fundar la verdadera escuela del tedio y el hastío.
Hacía referencia en el párrafo anterior a Albert Einstein pero hay muchos otros que han demostrado que un buen orador es una persona humilde, empática y responsable con su trabajo, por eso acabaré con palabras de Ken Haemer quien decía que: “Preparar una presentación sin el público en mente es como escribir un discurso de amor empezando con: “ A quien le puede interesar”
Por todo ello quiero concienciar a mis lectores de que la oratoria es una forma de entrega a los demás, un dar sin pedir nada a cambio, pero lo que sí os puedo asegurar, es que cuando un discurso está bien preparado la satisfacción del orador es inexplicable.
Susana Palacios Martínez
Jefa de departamento de prensa del Centro de Estudios Integral Mecarapid